sábado, 4 de agosto de 2018

Estación actual parte 1: Mi filosofía de vida para ti


Y bueno, llegamos a la estación en la que me encuentro en la actualidad... estos meses han sido de recuperación, han sido enteramente dedicados a reencontrarme conmigo misma.

Buscar esa esencia propia que les comentaba en otra publicación, no ha sido fácil. Porque uno se pierde rápidamente entre los días, la vida diaria, y lentamente va dejando de lado su yo interior, su alma. Llega un punto en que tal vez nos acostumbramos tanto a estar ocupados con lo exterior que no nos damos cuenta de lo que sucede en nuestro interior, lo cual a veces puede resultar ser asfixiante, puede llegar a convertirse en una zona de confort de la cuál no te atreves a salir, por miedo a lo desconocido, que es mi caso, o simplemente a que, te has acostumbrado a vivir en ese lugar que no sientes la necesidad de explorar más allá, ir lejos de dónde tú marcaste como límite.

No puedo afirmar que estoy liberada de todo esto, porque la ansiedad, hasta el día de hoy me ha enseñado que no necesito controlar todo, que a veces debo permitir que las situaciones de la vida fluyan, que suceda lo que tenga que pasar y si puedo aportar o hacer algo al respecto para que dicha situación sea mejor, está bien, pero si no lo hago, no pasa nada. A veces está bien también no hacer nada.

Mi consejo para todos ustedes que estén leyendo esto, es que, hacer lo que amas, puede salvarte de muchas maneras, puede ofrecerte una salida, ser una guía en tu camino a la recuperación, nunca pierdan su esencia, eso que los hace propios, lo que los hace ser ustedes mismos. Porque si de algo somos dueños en este mundo, es de nosotros mismos, de nuestras emociones, nuestras acciones, nuestros ideales, todo esto nos conforma, nos hace crecer, comprender nuestro propio mundo.

No necesitas hacer grandes cambios, los pequeños pasos también son avances, nos llevan al mismo destino, todo a su tiempo. Mi otro consejo es que, no necesitas demostrarle nada a nadie, puede que lo hagas todo el tiempo y un día mires atrás y te des cuenta de que jamás conociste tu verdadero yo.

También, debes saber que está bien no siempre ser fuerte, puedes llorar de vez en cuando, porque esa es una de las maneras más profundas de liberar emociones contenidas, grita de vez en cuando, enójate de vez en cuando, pero nunca te olvides de sonreír y reír después. 

Atesora cada momento que vivas, porque las emociones, las sensaciones que cada momento contiene son especiales, pueden no volver a repetirse. 

Disfruta del presente, si alguien como yo, que vive episodios de ansiedad, puede decirte es que, aprovecha al máximo tu presente, sólo vive. Las personas que sentimos ansiedad, vivimos aprisa, nuestra mente corre más rápido que nosotros y recorre el mundo mil veces antes de que demos un solo paso, así que, ve con tus amigos, platica con tu familia, sal de vez en cuando, pasa tiempo a solas, eso es sano también.

Respira profundo y piensa en que ésta es tu vida, siempre puedes empezar algo nuevo cada día.

jueves, 2 de agosto de 2018

29/Septiembre/2017


He comenzado mi tratamiento psiquiátrico, nuevamente. Me ha costado trabajo adaptarme a las medicinas, pero, poco a poco, voy avanzando.

De igual forma, comencé mi proceso terapéutico, tengo la sensación de que esta vez lograré algo. Espero lograrlo.

Me sigo sintiendo mal. Hoy siento un episodio depresivo, y me siento como si hubiera revuelto todo dentro de mi mente.
Ayer hablé de nuevo sobre aquel tiempo, cuando no comía y siento que me removió porque yo sé que aún no lo puedo dejar ir.

No puedo porque me sigue doliendo, me sigo sintiendo culpable de haberme perdido tantas cosas en su momento. Siento que no lo dejo ir porque tengo miedo de que, si acaso regresa, no este preparada. No saber defenderme.

Por otra parte, todavía sé que puedo mejorar. Sé que esto aún no ha acabado, así como yo tampoco he acabado.
Cada mañana, despierto y automáticamente espero sentir ansiedad o depresión en mí. Tal vez porque justo ahora no hay espacio para otra cosa en mi mente.

El día lunes tengo sesión con mi terapeuta. No sé que hacer, ni con ella, ni conmigo. A veces siento que soy muy dura conmigo misma, otras pienso que soy cobarde, pero también muy fuerte.

De verdad tengo tantas ganas de descubrir lo que es la vida, sin problemas emocionales ni mentales.

Conocer todo lo que me he perdido, perdonarme a mí misma por no haber hecho nada al respecto de lo que me ha sucedido en mi vida, porque pienso que si yo reaccionara de manera distinta, nada de esto habría pasado.

Sé que pienso muchas cosas, pero no puedo evitarlo, y es algo que me gustaría cambiar, deseo no dudar tanto de mis habilidades, de mi inteligencia, de mí misma.

Siempre me descubro pensando en cómo sería mi vida si no tuviera que enfrentarme a todo esto. Si tan solo no hubiera enfermado tanto y tantas veces en mi vida.

Escrito: Miércoles 22/Noviembre/2017



22/Noviembre/2017



Hoy me siento desanimada de nuevo. La ansiedad también ha regresado.

Estoy luchando. Estoy intentando tomar responsabilidad 
sobre mi mente y cuerpo una vez por todas.
Este fin de semana que pasó, fue muy bueno. 
Me sentí bien, tranquila, relajada. Fui a caminar, observé los árboles. 
Me sentí con energía, llena de vida. 

Y me gustó esa sensación, sentí que me encontré más tolerante,
 menos irritable, más accesible. 
Me sentí con confianza en mí misma. 
Quiero sentirme así todo el tiempo que pueda. 
No quiero dejar ir esa emoción de alegría. 
Esa sensación de plenitud, de tranquilidad.

- K 10:08 a.m.

Escrito 12/03/2017



12/Marzo/2017

Para quién lea esto. Independientemente de si tienes o no ansiedad, si te has sentido así alguna vez. Tal vez puedas comprenderme. Tal vez no.
Desde que era una adolescente he estado cargando con varios pesos sobre mis hombros. Entonces creía que era mi deber hacer que los demás no notaran mi tristeza, mi dolor. Me avergonzaba de ello. Ocultaba mis sentimientos, fingía que no sucedía nada.
Tal vez porque pensaba que si decía en voz alta que no pasaba nada, yo misma me haría creer que era así, cuando por dentro, estaba sufriendo, llorando.
Hoy me siento débil, cansada de luchar por mi tranquilidad. Todo este recorrido me ha llevado a comprender que las emociones cuentan, y participan enormemente en la salud.
Me di cuenta de que muchas de las enfermedades que yo adquirí a lo largo de este viaje, fueron causadas por la manera en que mis emociones me hacían reaccionar ante ellas. Y la principal causante, fue la ansiedad.
Descubrí que es un monstruo implacable, insaciable. Y a la vez, incontrolable. Puede llevarte a los lugares más oscuros. Te puede atormentar incansablemente.
Estuve en una lucha constante contra él. Provocándome diversas enfermedades, las cuales me obligaban a recurrir a tratamientos que me debilitaban cada vez más, y que, debido a ellos, surgían otras enfermedades más. Y el ciclo volvía a comenzar. Se repetía una y otra vez.
La ansiedad es un ciclo. Un círculo vicioso del que es difícil salir.
Tiene la capacidad de convertirse en lo que sea. Ser lo que sea. Y hablar a través de esos dolores de cabeza, de esas molestias en el cuerpo. Puede hablarme, incluso, a través de pesadillas.
Hace lo posible por comunicarse, indicarme que en mi cuerpo existe una revolución, una incomodidad. Y que es mi decisión si la escucho o no.
Resistí mucho tiempo, creyendo, pensando, que no me sucedía. Que todo estaba bien. Que tal vez, yo era quién imaginaba todo eso. Mientras que mi dolor seguía creciendo. Y yo…ignorando.
Los seres humanos le tememos al dolor de una manera inimaginable, y tenemos la creencia de que si lo sufrimos, será eterno. Creemos que el dolor es signo de debilidad, de impotencia, de incapacidad.
Pero, lo cierto es que, el dolor, sin duda, nos hace más fuertes. Más resistentes, más capaces. Nos hace conocernos a nosotros mismos. Nos ayuda a descubrir hasta donde podemos llegar.
Pero hay algo de lo que no logro escapar, por más que lo intente, siempre está presente, a donde quiera que vaya, lo que haga, me persigue como mi monstruo personal. El cual me tortura constantemente, un monstruo que no puedo ver, pero sí sentir, que ronda en mi mente, buscando un sitio donde atacar.
Ahora me cuestiono mucho más, hablo menos… ¿Dónde?, ¿Por qué?, ¿Cuándo?, ¿De qué?, ¿Cómo?
Preguntas, preguntas y más preguntas rondan en mi cabeza. Preguntas que no tienen sentido alguno, ni tampoco respuesta. Hay cosas que no entiendo, y otras que no quiero entender.
Con el tiempo, he llegado a la conclusión de que estoy luchando contra mí misma, una guerra sin fin, porque, ¿cómo puedes luchar contra algo que es parte de ti y a la vez, que poco a poco se torna desconocido?
Hace unos años, me preguntaba, ¿Qué era lo que yo buscaba? ¿Por qué sentía ese vacío? Ahora lo sé, me busco a mí misma. Porque, honestamente, no logro encontrarme, y lo peor es que, no sé en qué momento me perdí.
Ahora, solo vivo con miedo, es lo único constante en mi vida, es lo que me controla, me atormenta, me hunde. Me impide avanzar, a veces, incluso respirar tranquilamente. Puedo afirmar, que en la actualidad, el miedo es mi mayor enemigo.
Ya me he cansado, ya no quiero vivir así, deseo romper ese ciclo, ser una persona libre de miedo, de inseguridad, de ansiedad. Deseo no pensar las cosas una y otra vez, deseo observarme en el espejo y decir “esa es la persona que he estado buscando todo este tiempo”.

Tercera estación: Recaída y en proceso de liberación



Como les comentaba en una de las publicaciones anteriores, mi historia continúa, acercándose cada vez más a lo que vivo actualmente.

Ahora comenzaré en mi tercer año de universidad, con 20 años, comencé a tener síntomas de ansiedad de nuevo, pero esta vez, se sintió diferente a las demás veces, esta vez fue algo más profundo que eso, fue una sensación aún peor que la primera vez que sucedió esto. 

Dicen que las recaídas son peores que las primeras veces, y al menos en mi caso, es cierto. Yo ya llevaba dos años sin tratamiento, ni psiquiátrico ni psicológico. Pero como ya les había comentado anteriormente, soy una persona que se guarda sus emociones, y realmente, no me doy cuenta de la forma en que me afectan, hasta que todo explota en mi cara. Y esta vez, fue una de esas veces. 

Había estado sintiendo los avisos, pero los ignoraba, ignoraba mi insomnio, mi poca concentración e interés por mis clases, por mis amigos, por convivir. Comencé a sentirme irritable todos los días, despertaba con ganas de quedarme en cama todo el día, no quería que nadie me molestara. 

Me daba pánico salir de mi casa, sentirme enferma y no poder hacer nada al respecto. No me sentía en control y eso me traía vuelta loca, los ataques de pánico se volvieron cada vez más frecuentes, pero no más que las ganas de llorar, éstas si fueron constantes. 

Y entonces todo empeoro, todo se salió de control, todo se fue a la basura, me sentía totalmente desconsolada, lo único que se repetía en mi mente una y otra vez es que había fallado, había fallado en mi recuperación, que era un fracaso, me sentía culpable, como nunca.

Comencé a enfermar otra vez, lloraba todos los días, me sentía miserable de nuevo, pero fingía. Fingía que no pasaba nada, no quería que nadie se enterara del fracaso que yo representaba, ¿por qué? Porque no había podido controlar mi ansiedad. Todo era mi culpa. 

Y ahora me sentía de vuelta al inicio, sentí que caí aún más bajo de lo que había ido la primera vez. Todo me golpeó de la nada, y muy fuerte. Yo no podía con mis emociones, con los pensamientos que me atacaban día y noche, sentía que el monstruo me comía por dentro. Que no me dejaba en paz. 

De nuevo tuve que regresar a tratamiento psiquiátrico, y esta vez, me sentía avergonzada de eso. Porque en mi interior era una derrota, me habían derrotado, había caído. 

Empecé tratamiento psicológico con una persona nueva, y esta vez, me encargué de no ocultar nada, de exponer todos y cada uno de mis pensamientos, mis sentimientos. Todo.

Ya estaba harta de todo esto, me sentía culpable sin saber por qué, ni de qué. Pero entonces me vino otro golpe. Me diagnosticaron depresión junto con ansiedad. ¿Qué? Ahí fue cuando ya no podía más. No lograba entender qué sucedía, ¿por qué tanto peso? 

Además, la medicina me afectó más que antes, ya que estos medicamentos tienen efectos secundarios, yo los sufrí por un tiempo que me pareció eterno. 

Lo peor de todo es que, me sentí vacía de nuevo. 

Me sentía sola sin estarlo. Es lo peor que le puede pasar a alguien que no padece de una enfermedad física. Que aparentemente se encuentra bien, pero en su interior, todo es un desastre. Todo esta mal. Y no logra aferrarse a nada. Así me sentía yo, que iba cayendo y cayendo y no lograba sujetarme de absolutamente nada. 

Lo iba perdiendo todo. Perdí mi control, perdí mi conocimiento, me quedé en blanco de nuevo, porque todo lo que había logrado aprender respecto a mi ansiedad ya no funcionaba. Me sentí destrozada.

Y entonces, llegó el momento de empezar el proceso terapéutico, mi batalla más grande. Al fin me enfrentaría de lleno, de una vez por todas. 

El comienzo fue duro, expuse todo mi pasado, mi dinámica familiar, mis relaciones interpersonales, todo. Hasta llegar a mí. 

Creo que eso fue lo  más difícil, hablar sobre mis miedos, sobre mis círculos viciosos, sobre todo aquello en lo que me encontraba atrapada, fue difícil buscar mi esencia, aquella persona que se encontraba protegida detrás de todo este mar de desastres. 

Fue difícil llegar a la conclusión de que debía aceptarme como era. Como soy. Porque no hay otra opción, regresar a lo mismo no era siquiera una decisión que tomaría. Aceptar que tienes un problema, un trastorno mental, una enfermedad, como cada quién lo llame, es lo más duro. Escuchar la verdad, la cruda verdad es lo que más duele, se siente en lo más profundo del corazón y te hace doler tu alma, tu espíritu. 

Pero después de mi arduo trabajo, lo acepté. y poco a poco fui trabajando, comenzando a enfrentar pequeños retos que eran grandes logros para mí. Como el ir a un lugar desconocido, probar comida nueva, hablar con un extraño, contestar llamadas, cosas que a mí se me dificultaban. 

Hoy me siento orgullosa de todo eso que he logrado enfrentar, y solo quiero decirles, antes de continuar mi historia que, deben ser fuertes, aunque las situaciones que vivan sean difíciles, no se dejen vencer, puede que los tumbe una que otra vez, y tal vez, lleguen a sentirse como yo en algún punto de su vida, pero todo volverá a estar bien, tengan fe en ello. 

La psicóloga que comencé a ver en este nuevo intento, me ayudó a conocer nuevos caminos para afrontar mi situación. 
Me ayudó a llorarle a mi pasado y a dejarlo ir. Poco a poco he dejado ir a la niña indefensa que se enfrentó a la ansiedad por primera vez, y me he dado cuenta que estaba luchando conmigo misma. 

La ansiedad es parte de mí, es parte de quién soy, soy yo misma gritándome que debo solucionar algo que se encuentra fuera de lugar en mi vida, en mi cuerpo, en mi espíritu y alma. Les debo confesar que estas palabras han sido difíciles de escribir, porque vienen de lo más profundo de mi ser, continúo mi camino, ya no lo llamo lucha, porque no lo es... es solo mi camino a encontrarme conmigo misma. 

Después les compartiré tips que utilizaba para enfrentar mi ansiedad, les compartiré mis escritos en los momentos más oscuros de esta etapa y los que aún continúo teniendo, porque sigo teniéndolos, como todos. Esta historia aún no termina.


Escrito: Sin razón aparente




Les comparto un escrito mío de hace unos años...

11/Diciembre/2014


La verdad es que en estos momentos mentiría diciendo que quiero hablar con alguien. Lo cierto, es que no tengo ánimos; es como si me hubieran sacado todo el aire de los pulmones. Me siento, vacía, extraña… tal vez, un poco, sola.
¿Me gusta la soledad?, no, a nadie le gusta la soledad, solo se disfruta el momento de tener tiempo para uno mismo, pero, la soledad es oscura… vacía, justo como estoy ahora.
Me estoy deteriorando, poco a poco, empiezo a notar como mis extremidades fallan, cada vez me falta más el aire, me canso con facilidad… La ansiedad, regresa por instantes, que me parecen años…
A veces, me gustaría poder ser de otra forma, ser más sistemática, algo más superficial. Sin tantas palabras, aunque muchos me consideran en ese aspecto, creo que no lo soy. Hablo demasiado, tanto que molesto a las personas, incluso las harto. Y lo peor de ser así es que puedo notar su disgusto.
Si tuviera la oportunidad de cambiar algo, que un ser, una situación, lo que sea, me diera esa oportunidad, cambiaría eso… la forma en que me relaciono con el mundo, lo que siento… como lo expreso.
No me gusta, me siento incomoda, cuando inicio una conversación, pienso en que todo lo que diga es absurdo, aburrido y estúpido. A nadie le interesa de lo que hablo… nunca han demostrado cierto interés por lo que digo, ni siquiera yo misma. Por eso callo, prefiero escuchar que hablar.
De nuevo regresa a mí la sensación de abandono, de tristeza… pero es un sentimiento diferente a otros, es extraño… es como si sintiera que extraño algo, pero no logro saber que es.
Quiero ser de otra forma, no estoy conforme con lo que soy a veces, como dije, nunca sé de qué hablar… soy muy rutinaria, aburrida… no tengo nada interesante que decir, a menos que sean mentiras… lo cual no sé decir, porque me considero una persona que intenta ser siempre cien por ciento honesta…
Pero la verdad, los demás, incluyéndome a mí, me consideran algo que no soy… creo que ahora entiendo algunos términos que me referían hace poco… del por qué las personas se hacen expectativas sobre algo, o alguien y luego se desilusionan… eso pasó conmigo, con mi confianza… estoy dudando.
En cuanto a los demás, ellos me pintan como una persona seria, callada y en ciertos momentos, por mis contestaciones corteses, grosera… yo no me acerco ni un poco a la altanería, ni siquiera a la lógica.
 En cambio, me gustaría ser así, mis padres… ellos piensan que soy una persona “madura”, en el buen sentido de la palabra, que soy enfermiza, físicamente hablando, y que tengo un nivel muy alto de conocimiento sobre muchos temas, y otras cosas que, personas de mi edad, o incluso más grandes no saben. Y además de eso, me considero arrogante.
Y justo ahora, a las diez con cuarenta de la noche que son, me considero cien por ciento, arrogante, déspota y egocéntrica. me gusta pensar en mí misma… mucho más de lo normal, creo que tanta enfermedad me ha hecho fijarme más de la cuenta en lo que hago, lo que digo, lo que niego, lo que siento… incluso en lo que como.
Ahora me cuestiono mucho más, hablo menos, expreso igual… ¿Dónde?, ¿Por qué?, ¿Cuándo?, ¿De qué?, ¿Cómo?,  ¿De qué?
Preguntas, preguntas y más preguntas rondan en mi cabeza zafada. Preguntas que no tienen sentido alguno, ni tampoco respuesta. Hay cosas que no entiendo, y otras que no quiero entender.
Le doy vueltas a todo, soy cobarde, de nuevo lo admito, hoy a las diez con cuarenta y cuatro de la noche que son, admito que soy cobarde, doblemente cobarde.
No diré el motivo por el que creo serlo, sin embargo, lo soy. Soy cobarde, y me avergüenza admitirlo. ¿Qué si soy orgullosa?, claro que sí, depende de la situación, quién esté conmigo y todo el tramite ese…
Pero no tanto como para alertarme, aún me considero rescatable, aún me considero remendable, y curable… cien por ciento.
De nuevo, hoy, diez con cuarenta y seis de la noche que son, me considero, enferma mental. Tomando medicina como una pobre psicópata con medicamento controlado.
Me siento como un suicida, con la opción de matarse, pero sin hacerlo, teniendo las armas frente a mí, entonces, si no lo hago, ¿no soy suicida?, si solo lo pienso, ¿sigo sin ser suicida?, no entiendo.
Bueno, hoy a las diez con cuarenta y siete de la noche que son, me voy a dormir, siento como he quitado un peso de encima de mi cuerpo, al soltar estas pocas palabras, he sentido un poco de alivio… por ahora, puedo dormir tranquila pensando que tal vez, aún hay solución, para mí.
Así de egocéntrica, así de cobarde, así de orgullosa, así de enferma, así perfeccionista, así de seria, así de altanera, así de grosera, así de callada, así de habladora, así de molesta, así de suicida, así de todo lo que soy y lo que no soy, y lo que me han dicho que soy…
Me voy a dormir, con la mente en blanco. Sin ningún pensamiento, sin ninguna emoción de satisfacción, solo alivio y un terrible vacío, incapaz de ser llenado, sin razones aparentes, solo pasó. Como pasa todo aquí. Sin razón aparente, solo como es en realidad. Como debe ser, como debe suceder.
-         K 10:53 p.m.

Estación actual parte 1: Mi filosofía de vida para ti

Y bueno, llegamos a la estación en la que me encuentro en la actualidad... estos meses han sido de recuperación, han sido enteramente dedi...